El vértigo cósmico de Charo Pradas

La obra «Dupont VI» de la artista turolense se encuentra en la colección de La Fundación Canaria Para el Desarrollo de La Pintura.

Claro Pradas, Teruel 1960, estudió Bellas Artes en la Universidad de Barcelona, y acabó instalándose en la capital catalana, donde realizó las primeras exposiciones individuales. En 1986 obtuvo una beca otorgada por el Ministerio de Cultura español en la Muestra de Arte Joven, celebrada en Madrid, y en 1989 el Museo de Teruel le dedicaba una primera retrospectiva. Durante este tiempo, entró a formar parte del núcleo de pintores que irrumpieron en el panorama artístico en la década de los años ochenta.

La artista Charo Pradas en su estudio con algunas de sus obras.

Las obras de Charo Pradas, sus pinturas, dibujos y esculturas, no liberan a quienes las contemplan de las pesadillas del mundo exterior, todo en ellas es intempestivo e interrogativo. El color da profundidad y acentúa el movimiento errante que agita y suspende los gestos en un espacio atrapado. El vértigo cósmico de dinámicas resonancias y fructíferas tensiones te lleva en las pinturas a lo más profundo, allí donde todo flota y estalla, donde es posible asistir al lado oculto de las cosas. Charo Pradas pinta sobre lo ya pintado, es preciso borrar para recomponer nuevas imágenes, donde todo es imperfecto y accidental.

«Dupont VI», 1994, mixta sobre lienzo, obra de la Colección FCDP.

Acercarse a un cuadro realizado por Charo Pradas es más una aproximación a uno mismo que al mensaje de la obra. La mayoría de ellos parecen tener un denominador común. “Todos tratan de lo mismo, pero si me preguntas que es eso no tengo ni idea”, defiende la autora, que dice haber aprendido con los años a no “recargar” sus cuadros, dejando muchos de ellos sin acabar; con el objetivo de que el espectador aplique con su observación las últimas pinceladas. «Es una técnica japonesa, si no acabas un cuadro el espectador tiene la oportunidad de ofrecer su propia interpretación», explica Pradas.

Las pinturas de Pradas se ven alimentadas por diversas y nutridas fuentes, desde las teorías matemáticas azarosas de Henri Poincaré hasta el cine de Hitchcock. Una mezcolanza que deja como resultado un abanico de colecciones que parecen girar hacia el mismo centro, un círculo que se repite concéntricamente adoptando diversas tonalidades cromáticas que resaltan en comparación con el oscuro estilo que la autora desarrolló durante sus inicios en los años 70.

«La casa del alma», 2010.

Su obra a lo largo de los años ha sido testigo de múltiples procedimientos de ejecución, planteados como «diálogos entre la obra y el pintor»,  y en los cuales cada pincelada aplicada sobre el lienzo puede cambiar por completo el devenir posterior del cuadro. Pradas afirma que al comenzar un proyecto, nunca sabe cómo va a terminar, y que ya nunca pinta en vertical. «Pintar es algo muy físico, algo de dejarse guiar por el instinto y por las sensaciones que te produce lo que estás haciendo, yo no tengo ideas preconcebidas, solo reacciones», afirma.

Las pinturas de Pradas son un territorio pictórico en constante eclosión.

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